Los cactus y el secuestro de carbono

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La explicación más común del secuestro de carbono en plantas es la elaborada por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), la cual lo define como el proceso mediante el cual los árboles, las plantas y los cultivos a medida que crecen absorben el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera a través de la fotosíntesis y se almacena como carbono en la biomasa (troncos de árboles, ramas, follaje y raíces) y suelos.

En particular, los cactus tienen una característica magnífica que los distingue sobre todas las demás plantas. Un estudio reciente realizado por el profesor Laurence A.J. Garvie, de la Escuela de Exploración de la Tierra y el Espacio de la Universidad Estatal de Arizona, descubrió el increíble potencial de estas plantas para el secuestro de carbono. En su análisis de saguaros, cactus nativo del desierto de Sonora, Garvie observó que aquellos caídos y en descomposición contenían dentro de ellos relaves arenosos y de colores claros. Asimismo, determinó que cuando un saguaro muere, esencialmente hace una línea blanca alrededor de su propio cuerpo, algo bastante peculiar en cualquier ser vivo. 

¿Qué significa esto?

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Durante el proceso de fotosíntesis, las plantas absorben el dióxido de carbono de la atmósfera y lo utilizan para construir todos los compuestos a base de carbono que necesitan para formar su estructura y sobrevivir. Cuando la mayoría de las plantas mueren, estos compuestos a base de carbono se descomponen en sus componentes originales, liberando parte del dióxido de carbono absorbido a la atmósfera. Lo sorprendente del saguaro es que utiliza parte del dióxido de carbono que absorbe de la atmósfera para producir compuestos llamados oxalatos que se combinan con los iones de calcio absorbidos por las raíces de las plantas. El oxalato de calcio resultante toma un camino diferente después de la muerte del cactus. En lugar de degradarse a sus componentes constituyentes, el oxalato de calcio se transforma lentamente en carbonato de calcio sólido (el mismo material que forma la tiza y el caliche), la mencionada línea blanca. Por lo cual, efectivamente secuestrando el dióxido de carbono atmosférico en el suelo. 

Y no son sólo los saguaros, aunque son el ejemplo más emblemático. Garvie dice que todas las especies comunes de cactus siguen ese mismo proceso. 

“Nuestros cactus del desierto son como un arrecife de coral”, dice William Peachey, un investigador de saguaro de la Tucson Cactus and Succulent Society. Esto, ya que se sabe que los arrecifes de coral transforman el carbono atmosférico en piedra caliza, «nuestro desierto es el equivalente terrestre», dice Peachey.

En promedio, un saguaro adulto tiene el equivalente de carbono de aproximadamente 40 galones de gas secuestrado en minerales inorgánicos que no serán devueltos a la atmósfera cuando la planta muera, dice Garvie. Multipliquemos eso por millones de saguaros, teóricamente el potencial es enorme. El único problema es que los saguaros crecen lentamente, por lo que cosechar sus beneficios serían a largo plazo. 

Por lo tanto, deberíamos de considerar la posibilidad de criar las especies de cactus con mejores rendimientos, pues el CO2 que potencialmente podría secuestrarse es todavía mayor. Por ejemplo el nopal, uno de los cactus más cultivado en México y América Latina, con aproximadamente 1 millón de hectáreas podría llegar a secuestrar un equivalente a 507 millones de libras de carbono al año, lo que es aproximadamente equivalente al carbono en 100 millones de galones de gasolina, según Garvie.

En México los cactus son parte de nuestra identidad. Cultivarlos, cuidarlos, adoptarlos y aprovecharlos debería ser una de nuestras metas para luchar contra el cambio climático como sociedad.

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